sábado, 7 de enero de 2017

Ikigai, ¿el hygge a la japonesa?

 
El otro día hablaba de la ceremonia del té de los japoneses y hoy sigo con mi fascinación por esta sociedad que a los  occidentales nos resulta compleja. Los paradigmas que rigen su sociedad distan de los nuestros. No hablo de peor ni mejor, son diferentes. Insisto porque es muy fácil juzgar y posicionarse en algunos temas, pero hay que conocer "la escalera y cuánto tiempo están los sujetos sometidos" (A mi con paradigmas). Es una sociedad con jerarquía vertical, la veteranía es un grado -con la misma formación siempre estará por delante el primero en entrar en la empresa, en el instituto, o en una familia- y la igualdad no es comprensible- ni entre hombres y mujeres. La dependencia permisiva, el amor pasivo y tolerante que rodea y soporta al individuo dentro del grupo, ya sea éste la familia, la empresa, el barrio o el mundo entero. No se conciben de forma individual, uchi y soto, dentro y fuera del grupo, pero no al margen del grupo. La dicotomía entre el deseo interior y lo que uno puede expresar. Las normas de respeto social. Estos son algunos de los paradigmas que crean una lucha interna del individuo al relacionarse en sociedad.  En cualquier otra sociedad, el individuo moldea su ‘yo’ en diferentes niveles.

Los japoneses utilizan  el término ikigai (生き甲斐)  para hacer referencia a la razón de vivir, aquello que da significado a nuestra vida, algo por lo que merece la pena vivir y nos hace estar plenamente satisfechos y felices con la dirección que tomamos en nuestras vidas.
 
Visto así, parece un concepto suficientemente fácil de entender, aunque quizá no de responder, puesto que la búsqueda del ikigai es sin duda un análisis interior profundo, una búsqueda personal  y nada fácil para cualquier ser humano.

El ikigai que nos puede mover para salir cada mañana a trabajar es el conseguir sustento para la familia, pero qué pasa si no nos gusta. El ikigai antepone el bien común al deseo del individuo, pero tiene que buscar también que el individuo esté satisfecho. Los japoneses se amoldan a su ikigai, los hombres hacia el trabajo y la empresa y las mujeres hacia la familia y los hijos. Parece que la sociedad nos está manipulando, que somos víctimas de paradigmas obsoletos y aún así acabamos autosugestionándonos y convenciéndonos de que ciertas circunstancias son sostenibles en base a convencionalismos adquiridos.

Los cambios sociales, las sacudidas económicas, los cambios de rol, hacen que estemos continuamente revisando nuestro ikigai. Para acercarnos al ikigai hay que hacerse algunas preguntas.
¿Cuál es tu razón para vivir?

En situaciones de depresión es difícil contestar esta pregunta, y hay otras razones por las que no podríamos dar con la respuesta adecuada. Ponemos explorar en las cosas que hacemos y que nos producen satisfacción. Cada día encontraremos diversos motivos para que nuestra existencia valga la pena, pero hay que estar ATENTOS. Esto enlaza con la teoría de Facundo Cabral, que uno no está deprimido, solo está distraído. No estoy trivializando, buscar tu ikigai te hace estar más preparado para hacer frente a los problemas que plantea el día a día y te prepara para sentir la dicha de estar vivo para concretar tus sueños.

Todos tenemos un ikigai para descubrir, y es el compromiso con su búsqueda lo que llena de satisfacción y sentido nuestra vida.
 
 La siguiente pregunta es cómo, pero eso tendrá que esperar al siguiente post.

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